Vuelve a ser niño, ¡vuelve a casa!

… “caminante peregrino”, invitación llena de sentido que tu Señor te dirige: “ser como un niño”… ¿se trata de una especie de esfuerzo, de efectivo voluntarismo, para transformarte, tal vez según un método, en lo que ya no eres?… no es eso, porque ese «niño», éste «niño», ya vive en tu corazón… es la pureza de ese nacimiento virginal de Dios y en Dios… es tu condición verdadera, escondida y no manifiesta sino luego de esa aventura de vida y de gracia que puede llamarse «descenso al corazón»…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, desciendes hacia una realidad escondida, te reencuentras con el Origen… cada uno es llamado, cada uno es único… y se halla, si quiere, en esa profundidad dichosa… caminas con el secreto, tu secreto (descubierto o no) siempre inefable… anterior a cualquier reducción estructuralista tu Origen brilla más allá de las fronteras… ante Él palidecen definiciones o instituciones… ante Él todo calla para evocar el templo sagrado donde descubres su rostro a Dios…

… directamente, y sin reparos, descubre el desierto más maravilloso, el desierto florecido sin confines… por eso eres, en verdad, peregrino y eres monje (que quiere decir «único», al menos «unificado»)… eres «eso», el Espíritu está en ti… es hora que cultives esta vocación admirable atendiendo a esta conversión y a esta realidad… no te conformes con lo que «se dice» o lo que «se aprueba» o «se aplaude»… vuelve a ser niño, vuelve a casa…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, vuelves al Corazón de tu Señor… regresas a casa… no hay modo de hacerlo sino como hijo, como niño, como pequeño… no escandalices a tus hermanos queriendo ser grandote o agrandándote, ¿para qué?… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 18,1-5.10.12-14: “… si ustedes no cambian o no se hacen como niños… ”)…