Virgencita de las pampa

Virgencita de las pampas,
donde la soledad se hace larga,
la tierra fértil promete
pero hay que trabajarla,
el sol de las mañanas
compite con las noches cerradas;
Madrecita gaucha,
¡que no decaiga la esperanza!

Tu terquedad materna
impidió que te fueras,
quisiste en estas tierras
establecer tu querencia;
fue tu capillita un rancho,
y te cuidó con devoción
un angolés de apenas ocho años,
¡que no nos falten los niños que te quieran!

Estás en el corazón de todos,
¡Lujanera inmaculada!,
cuida a nuestras familias,
simientes de la Patria;
acompaña a nuestros jóvenes,
semillas sembradas;
recompensa a nuestros mayores,
¡memorias vivas silenciadas!

Con el aceite que queda
de las velas que te prenden,
alivia el dolor de los dolientes,
sana las heridas abiertas,
abre los corazones cerrados,
purifica las conciencias,
acorta las noches del alma,
¡que no nos falte tu presencia!

Virgencita de las pampas,
Madrecita gaucha,
Lujanera inmaculada,
de las manos juntas y los ojos achinados,
vestida con los colores de nuestra Patria,
ruega por nosotros, que somos pecadores,
y por nuestra querida Argentina
que te venera, celebra y canta.

“… Jesús le dijo:
‘mujer, aquí tienes a tu hijo’;
luego dijo al discípulo:
‘aquí tienes a tu madre’…”
(Juan 19,26b.27a)

(… la “rosa sin por qué” es como la Virgen de Luján, siempre está con su gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Juan 19,25-27…)