Hay una puerta en tu corazón

… hay una puerta en tu corazón que, aunque escondida, muy escondida, nada ni nadie puede cerrar… a esa puerta se accede dejándote mirar por el Amor… cuando la práctica constante de esta suerte de “introducción” en los “ojos” del Amor acaba por ganar las hora y los días, la soledad que había en ti se va y eso, eso que molestaba fuera, apaga su furor… nada te rapta tanto como ese “mirar” del Amor… fuera de ese “mirar” del Amor tu vida, tus palabras, tus decisiones, son tristes y erradas… ese “mirar” del Amor es como un perfume: ¡tu vida queda perfumada por unos ojos que te miran!… “el perfume con que ungiste mis manos, se ha mezclado, Señor, con otros tantos… huele a niño dormido, a arrugas de anciano, a lágrimas de gozo por los recién casados, a cobijas de enfermo, a pobre olvidado, a silencio de muerte, a vida hecha canto, a peticiones de niño, recién comulgado… más debo confesar también que se han cargado de olor a tierra, a polvo, a barro, a piedra de tropiezo en la que tantas veces caigo, a heridas antiguas que aún no han cerrado, a mi torpe desidia y al olor de mi pecado… por eso, déjame tocar de nuevo la orla de tu manto para que rota la dureza en la que yo me enfrasco, pueda lavar tus pies, en derramado llanto, y oler otra vez a tu Amor en mí impregnado…”… la “rosa sin porqué” perfuma con su presencia porque se deja mirar con gratuidad… ¿te dejas mirar por el Amor perfumando tu vida con la gratuidad?, ¿te alejas de la mirada de los tuyos y equivocas el camino?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 16,13-23)…