… una y otra vez, te hallas desilusionado y alejándote de un lugar que “quisieras olvidar”… es la hora de la ausencia de razones, no hay explicaciones digeribles… la tristeza cubre, celosamente, cualquier “por qué” y posee la virtud de celar, de tal manera, que no puedas sospechar que debajo algo hay… experiencia terrible de lo más insospechado, todavía ausente… y, sin embargo, un deseo, cada vez mayor, un anhelo de una “altura” que carece de medidas, de calificaciones, de nombres… junto a ti ha amanecido un secreto nuevo, el de “siempre” en realidad… descubres el sentido, cuando tu corazón se expande y halla su misterioso espacio… encuentro inaudito que continúa siempre… el horizonte se abre y puedes percibir todas las voces y los cánticos que por allí resuenan… puedes maravillarte de armonías y manifestaciones llenas de luz… puedes, desde luego, aprender siempre algo nuevo y atender a tantas sorpresas… puedes crear y emprender caminos, horadar murallas y hasta atravesar sus tantas grietas… pero nunca tanto puedes como cuando no puedes, nunca tanto como cuando recibes, nunca como cuando se abre tu corazón a la gratuidad… arrodíllate donde ahora estás… adora, donde nadie sabe ni sospecha… la #rosasinporqué se deja sorprender por la gratuidad y olvida toda pena y tristeza… ¿te nublan y ciegan las tristezas, te enojan las desilusiones, te frustran los fracasos?, ¿invitas a la gratuidad a que se hospede gratuitamente en tu corazón?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 24,13-35)…