Tomar una decisión

Tomar una decisión,
y mantenerse en ella,
cueste lo que cueste,
¿vale la pena?

¿No será capricho,
fanatismo, osadía,
encerramiento,
cortedad de mirada?

¿Puede uno siendo
creado, limitado,
decidir para siempre
así nomás?

Poner el rostro
como pedernal,
fijar la mirada, el corazón,
¿no es temeridad?

Una determinación
determinada,
¿no es determinarse
en el tiempo que pasa?

Señor, en los límites
donde yo acabo
crece tu Presencia
como el más allá
en mí mismo.
Sólo puedo ser limitado
al adentrarme en Ti.

Señor, en los límites
donde Tú acabas,
crece mi presencia
como el más allá
de Ti mismo.
Sólo puedes ser limitado
al adentrarte en mí.

Tu ser infinito
es mi frontera
y nada me detiene.
Mi yo limitado
es tu frontera
y yo te detengo.

¡Humilde Amor
que tanto te limitas
para que en Ti
yo sea plenamente!

¡Bendita libertad,
que en fidelidad
enamorada,
te determinas!

(… la “rosa sin porqué” se determina a la gratuidad en fidelidad enamorada sin perder la libertad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 9,51-56…)