Me enteré

Me enteré
que andas por ahí,
y en todo,
sin invadir,
ni atropellando,
sino sustentando,
vivificando.

Me enteré
que te invitan a comer,
y, sin mirar a quien,
compartes las mesas;
que curas a los enfermos,
que enseñas el perdón,
y perdonas.

Me enteré
que abrazas a los niños,
que te compadeces
de los hambrientos,
que son muchos;
que a todos alimentas,
y quedan sobras.

Me enteré
que te siguen algunos,
muchos,
que dejándolo todo,
dicen que son felices,
con muy poco,
con nada.

¿Quién eres?
Quiero verte,
sacarme las dudas,
conocerte,
no seguirte;
saber si eres,
tan especial.

Soy Pan universal
que bajé del Cielo,
subiendo desde el surco;
y soy Levadura inquieta,
disuelvo eternidad entre la harina
y lleno la vida de preguntas.

Soy Horizonte que llama
hasta lo más hondo del deseo,
desde la creación en Mí reconciliada;
y soy Camino que se estrena
en el sendero más pequeño,
que busca saliendo de sí mismo.

Soy Fuego inextinguible
que te hace Luz en Mí,
y quema lo que estorba;
y soy el Agua de la vida
que mana sin prisas en tu pozo
y alienta rostros y desiertos.

Soy el Viento impetuoso
que hincha tus velas de audacia
sobre el mar encrespado de amenazas;
y soy Brisa suave y tierna,
que se sienta en el fondo de tu barca
y acaricia tu piel arada de salitre.

Deja de curiosear,
¡ven y verás!

(… la “rosa sin porqué” evita andar curioseando por ahí, con la gratuidad va a lo esencial… con el Evangelio de hoy, San Lucas, 9,7-9…)