Todos los días, amigo y amiga de la rosa

… todos los días, amigo y amiga de la rosa, aprendes en el silencio o en el bullicio un «paso» hacia lo alto de un camino que no acaba y que halla su cumplimiento en la hora de la muerte… no sospechas la luz de tu intimidad, lo íntimo inmenso del trono de tu corazón… las amenazas de inquietud y de zozobra se multiplican y atemorizan ante el permanente deseo de paz… ¿cómo huir o precaverte de tanta angustia y desazón en medio de un mundo que todo lo quiere ignorar?… el horror de esa angustia es ruido y tristeza, es suma «desesperanza» y desilusión… pero tu oración no está encadenada y tu súplica cotidiana se eleva a cada instante en medio de tantas pruebas… súplica silenciosa y solitaria, plegaria en nueva soledad… ¿te atreves a seguir ahora luchando y luchando en el secreto cotidiano de un sufrimiento incalificable?… porque, en efecto, lo primero que se manifiesta en tus jornadas de dolor es la imagen de Getsemaní y de un desierto preñado de reventones y de estrépito sin sentido… pero, por debajo, hay una nueva soledad que, desde luego, es crucificante, pero que amanece en el Paraíso con Aquél que te llama y te levanta por encima de todo lo creado… porque Él es el Rey de tu corazón, te ha conquistado con ternura y compasión… la “rosa sin porqué” reina desde la gratuidad sin pretensión de poder ni de dominio… ¿quién reina en tu corazón?, ¿te quejas y reprochas desde tu cruz o aprovechas a suplicar para reinar desde otra altura?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 23,35-43)…