¡Tiéndeme tu mano, Señor!

¡Tiéndeme tu mano, Señor!,
que la osadía de mi soberbia,
disfrazada de humilde petición,
no me lleva al pretendido encuentro
sobre la inconsistencia de las aguas.

¡Tiéndeme tu mano, Señor!,
que me hundo en mis argumentos,
convertidos en fantasmas,
y me enredan con vientos
y tormentas que atormentan.

¡Tiéndeme tu mano, Señor!,
y mírame como me miraste
aquel día que me encontraste
ocupado en desenredar en las afueras
lo que me enredaba por adentro.

¡Tiéndeme tu mano, Señor!,
para que yo también la tienda
a tantos hermanos que naufragan
lejos de tu Esposa, la amada Iglesia,
sin compartirnos la misma Mesa.
¡Tiéndeme tu mano, Señor!,
y mantente así, ¡no me sueltes!,
que así se navega por la historia,
encontrados hacia la otra Orilla
superando en las aguas que devoran.

(… la #rosasinporqué busca la mano tendida de la gratuidad para enfrentar las tormentas que ahogan… con el Evangelio de hoy, San Mateo 14,22-36…)