… tiempo de desierto,
de adentro y de afuera,
en la intemperie de la vida,
con la desnudez expuesta
de las debilidades intocables;
camino de conversión sincera,
¡volver a casa!,
siendo llevados a lo alto del monte,
contemplando, Señor,
tu Rostro transfigurado,
ventanita del Cielo,
por la cruz a la gloria;
descubriendo que el Templo,
para el encuentro con Dios,
es tu Cuerpo de Pascua,
y, entonces, cada situación
es oportunidad de alabanza,
¡vuelvo a casa!…
… ¿conversión?,
¡sí!, cambiar el corazón
para cambiar las palabras,
para cambiar las miradas…
… porque, Señor,
aún pronuncio nombres
que en mí no se han convertido
en tu Imagen;
aún cargo golpes
que en mí no se han convertido
en tu ternura;
aún me hieren insultos
que en mí no se han convertido
en tu humildad;
aún me cercan situaciones
que en mí no se han convertido
en esperanza…
… ¡conviérteme, Señor, en
tu imagen,
tu ternura,
tu humildad,
tu esperanza…
… no pases de largo,
que no me resulte indiferente
tu paso por mi vida,
Señor, ¡conviérteme, en Ti!,
¡que vuelva a casa!…
“… Jesús,
pasando en medio de ellos,
continuó su camino…” (Lucas 4,30)
(… la “rosa sin por qué” no es indiferente al paso de la gratuidad por su vida… con el Evangelio de hoy, San Lucas 4,24-30…)