Expuesto

… expuesto,
en mi pecado descubierto;

Adán y Eva, escondiéndose,
de la mirada de un Padre,
amigo de los encuentros
vespertinos y mañaneros;
avergonzado,
en vida, muerto,
pero aún no arrepentido;
corazón endurecido,
indiferente al perdón,
a la compasión,
al amor…

… Señor,
no me perdonaste con un decreto
ajeno a mi piel de pecador,
sino en un encuentro de iguales,
abajándote, inclinándote,
mirándome…

… Señor,
no me esperaste en el templo,
me buscaste por caminos inciertos,
en las esquinas, en los bordes,
en la oficina, en el taller,
en la calle…

… Señor, ¡ten piedad!,
Cristo, ¡ten piedad!,
Señor, ¡ten piedad!…

… ¡sólo Tú!, ¡sólo Tú, Señor!,
me miraste,
me perdonaste,
y me levantaste…

“… ‘mujer, ¿dónde están tus acusadores?,
¿alguien te ha condenado?’;
ella le respondió: ‘nadie, Señor’;
‘Yo tampoco te condeno’, le dijo Jesús;
‘vete, no peques más en adelante’…”
(Juan 8,10-11)

(… la “rosa sin por qué” vive de y por la gratuidad de un amor que la perdonó… con el Evangelio de hoy, San Juan 8,1-10…)