Te busco, y no te encuentro

… te busco, y no te encuentro;
quiero verte, y no puedo;
deseo escucharte, y no me hablas;
¡te necesito!,
me dicen que estás vivo,
¿dónde estás?…

-“Junto a la mesa,
al ‘partir el pan’;
en las orillas de los lagos,
encendiendo ‘fuegos’;
entre ustedes unidos,
rezando con María;
en el amor que se tienen,
lavándose los pies;
en las desilusiones y en las tardes,
caminando junto a ustedes;
en los caminos de la vida,
cuando anuncian mi Buena Noticia”

… me bastan, entonces, Señor,
los reflejos del sol temblando
en la bóveda del puente,
el frescor del pozo
subiendo desde el agua inaccesible,
la música del viento nocturno
entre las hojas intocables de los pinos,
el perfume fugitivo
que se deshila en el jardín,
una gota de alegría
deslizando su esperanza en los niños,
¡me bastan!…

… no puedo contemplar
el sol de frente,
ni vivir sumergido
en el fondo de las aguas,
ni pulsar con mis manos
la sonora compañía de la noche,
ni perfumar de fiesta
todas las rutas ajadas de la vida,
ni mitigar un solo segundo
los llantos de la infancia abandonada…

… ¡me bastan, Señor, tus rumores
que te acerca y te alejan!,
¡me bastan!…

“… entonces les dijo:
‘vayan por todo el mundo,
anuncien la Buena Noticia
a toda la creación’…”
(Marcos 16,15)

(… la “rosa sin por qué” es testigo de la gratuidad y la anuncia con alegría en todos los lugares donde va y está… con el Evangelio de hoy, San Marcos 16,15-20…)