Te buscaba ardientemente

Te buscaba ardientemente
y suavemente me buscaste;
te llamada a los gritos
y en silencio me llamaste;
te necesitaba con urgencia
y me pediste que te ayudara.

No has llegado todavía
pero yo sé que estás aquí.
Nadie más podría retenerme
en estas paredes de silencio
expirando soledades.

Mi deseo de tu encuentro
sigue ahondando ausencia,
y cuando te muestres
seguirá tu Presencia
encendiendo mi deseo.

En esta espera lenta
se afinan los sentidos.
Un reflejo fugaz
es un mensajero de la luz
y en el rumor más tenue
ya se despliega toda la vida.

De rodillas, sentado o postrado,
los ojos fijos en el Pan consagrado,
las manos temblando
y el corazón arrebatado,
Presencia en medio de ausencias,
Presencia sin ausencias.

Pero al salir a los encuentros,
en toda ausencia humana
que deambula por las calles,
encorvada por los golpes
languideciendo en los rincones,
te percibiré mejor a Ti
en mínimas señales
pues no puedes brillar tanto
que ciegues mis sentidos.

(… la “rosa sin porqué” sabe de ausencias y de presencias que anticipan el encuentro con la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Juan 1,45-51…)