Con tanta frecuencia topas con «gente reunida», hablando, diciendo y repitiendo

… con tanta frecuencia topas con «gente reunida», hablando, diciendo y repitiendo… el hombre contemporáneo no puede callar… y habla, del modo que sea, aun sin conocer bien la lengua de sus interlocutores… el silencio, hoy, brilla por su ausencia, pero también es verdad que son muy pocos los que saben lo que dicen o pueden intercambiar palabras en un lenguaje comprensible… no se trata de saber, sino de fingir que se sabe… por eso los temas, que se expresan en modo tan disparatado, sólo impresionan a los incautos… el manoseo de la palabra es despreciable, se atropella con una catarata de palabras hueras… el que grita más fuerte, parece que tiene razón… ¿es necesario insistir?… quizá sea urgente una nueva humildad que regule el deseo de hacerse oír como sea y lo que sea… el que vive de la gratuidad gesta palabras, y pocas, del silencio contemplativo con el que respetuosamente se acerca a la realidad… la #rosasinporqué no atropella con palabras, para decir lo que tiene que decir recurre a la delicadeza de la gratuidad silenciosa… ¿eres un incontinente verbal y ya nadie le da importancia a tus palabras?, ¿dejas que el silencio se anteponga a tus palabras?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 3,7-12)…