Sueñas, frecuentemente, con lugares y parajes

… sueñas, frecuentemente, con lugares y parajes, más allá de los cercos que parecen envolverte… ¡cuánto sueñas!… deseas otras oportunidades y añoras los mayores espacios, esas dimensiones que continúan, que se van siempre más allá… anchura y solemnidad del mar, inacabables llanuras, insospechados cielos… ¿cómo consolarte sentado allí donde estás sin poder hacer nada?… ¿cómo aceptar, así nomás, esos límites tuyos que tantas veces te ahogan?… y sin embargo esos ilimitados horizontes, aquellas montañas tan altas, esos caminos que siguen y nunca acaban, ¡son pequeños, muy pequeños, poquísima cosa, frente a las dimensiones de tu alma abiertas en tu corazón!… pero sigues dando vueltas y les restas realidad: ¡mezquindad de todos los días!… “Señor, porque eres bueno no dejas de buscar trabajadores que encuentren en tu Reino la paga merecida de tus pobres… una paga que supera en diez mil cielos la jornada cargada de sudores… pues siendo como eres, Tú, su Dueño, es seguro que los llenas de favores… ¿por qué entonces aparecen esos celos que se agarran de mí y me dan golpes cuando veo que otros tantos se van llenos y tan sólo trabajaron ya de noche si justamente lo que yo merezco es mucho menos de lo que en mí Tú pones?… no sé por qué me asombro que seas bueno, si la Bondad es el más justo de tus dones…”… la “rosa sin porqué” no tiene hora para ofrecer gratuitamente su hermosura… ¿qué haces con los celos que reclaman más atención de los otros pero que disimulan tu mezquindad de entrega?, ¿vives pendiente de la estricta justicia o de la bondad y de la misericordia?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 19,30 – 20,16)…