¡Qué grande es el horizonte en tu corazón!

… ¡qué grande es el horizonte en tu corazón!… las pruebas, esas «fuentes» con las que tropiezas y te dan un buen baño a cada trecho, tienen el sabor de la bendición, el sabor de una novedad muy rica y profunda, que nunca te debe atemorizar… se dilata tu corazón con la confianza que se te brinda, y se encoge si dejas de confiar… eres un invitado en la fiesta de la vida… invitado como amigo, no obligado como esclavo… la invitación pone de manifiesto tu aceptación o tu rechazo, tu amistad o tu servidumbre… “perdóname Señor, Acróbata divino, si cuando esperas mi respuesta ya no atino a soltar la soga en que me afirmo y abandonarme a Ti, como lo hacía de niño… hoy no puedo como antes confiar sobre el abismo, y dar vueltas en el aire me asusta y me da frío… tal vez me esté olvidando que tu Amor es desatino, y por ese mismo amor me llamas aún: ‘tu amigo’… mas, ¡cómo creer que cuando vaya a Ti me dejes suspendido, si cuando vienes hacia mí tus brazos en cruz traes extendidos!…”… la “rosa sin porqué” ofrece con alegría su hermosura porque se sabe invitada gratuitamente a la vida… ¿te sabes un invitado en la fiesta de la vida?, ¿encuentras excusas para excluirte de la invitación a la alegría?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 22,1-14)…