… soy un soñador,
impotente y virginal,
y en los sueños ensoñados,
madura mi intimidad
para acoger, Señor, tu Cercanía
y para confiarte la mía…
… si pretendo apresarte
en el puño de mis vacíos,
se desvanece tu Presencia;
si busco disolver en Ti
el riesgo de ser yo mismo,
me devuelves mi libertad;
si urjo claridades,
solo me ofreces tu Luz
para buscar en la sombra…
… mi adentrarme en Ti,
y tu adentrarte en mí,
afina, Señor, mi corazón soñador,
y germina el compartir creador
de intimidades gratuitas,
sin apresar la belleza,
sin fundir la originalidad,
sin imponer ni manipular…
… los sueños ensoñados, Señor,
configuran las entrañas,
me dan alas para enraizarme
y raíces para volar,
para que toda mi vida
sea latido de tu Cercanía
y servicio a los demás…
“… al despertar,
José hizo lo que el Ángel del Señor
le había ordenado…” (Mateo 1,24ª)
(… la “rosa sin por qué” posee alas para enraizarse y raíces para volar gracias a la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Mateo 1,16.18-21.24ª…)