Siempre tan cerca

… siempre tan cerca,
siento tu presencia tierna,
en mil detalles prodigados,
en un sin fin de miradas regaladas,
en desbordes de atenciones diarias,
en super abundancia de momentos compartidos,
tu nombre no es otro que el de
“mamá”…

… tu pusiste
tus palabras en mis labios,
tus miradas en mis ojos,
tus caricias en mis manos,
tu paciencia en mis tiempos,
tu amor en mi corazón,
tu vida en mi vida,
“mamá”…

… mujer de mares y de puertos,
de horizontes abiertos y de esperas;
mujer de pampas y de querencias,
de serenidad y de encuentros;
mujer de montañas y de quebradas
de desafíos y de empezar de nuevo;
mujer de abrazos y de recuerdos,
“mamá”…

… hilar y tejer, hilvanar y coser;
amasar y hornear, lavar y planchar;
sonrisa de Dios al recibirnos a la vida,
sostén de nuestros primeros pasos,
guía firme en el crecimiento,
abrazo en todas las caídas,
estrella en las tormentas y noches oscuras,
“mamá”…

… pero, sobre todo,
¡sí!, sobre todo,
ese sentido de gratuidad
en cada cosa que hacías,
no pidiendo nada a cambio,
sin quejas y lamentos,
comprendiendo como nadie a papá,
“mamá”…

… indomable en la oración,
invencible en los sacrificios,
campeona en las caricias;
callos en las rodillas y en las manos,
arrugas no maquilladas,
cicatrices en el alma,
océanos de miradas sin rencores,
“mamá”…

… por todo, ¡gracias!,
por tanto, ¡gracias!,
“mamá”…

“… Jesús enseñó con una parábola
que era necesario orar siempre
sin desanimarse…”
(Lucas 18,1)

(… la “rosa sin por qué” aprende de las madres a vivir la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 18,1-8…)