… Dios mío,
te doy gracias
porque soy como soy,
porque supe aprovechar
las oportunidades que me diste,
porque superé adversidades,
porque nunca pasé vergüenza,
porque no me ha faltado nada,
porque me ha salido todo bien…
… Dios mío,
te doy gracias
porque no soy como esos
que andan por ahí y por aquí,
que se dejan llevar y tentar,
que no tienen personalidad
y cambian a cada rato,
que no les interesan los demás
y no manejan sus deseos y emociones,
¡qué desastre que son!…
… Dios mío,
¿viste que yo
me esfuerzo y sacrifico?,
¿viste que yo
ayudo y doy de lo mío?,
¿viste que yo
te dedico tiempo
y cumplo con lo dices?…
… “yo”, “yo”, “yo”,
¡basta de “yo” y de “yoes”!
¿no te das cuenta
que eso no es rezar?;
es sólo hablar contigo,
tristemente satisfecho,
auto realizado,
auto logrado,
autónomo;
tu mesa abundante
y tu casa vacía…
… Dios mío,
¡ten piedad de mí
porque soy un pecador!;
mi mesa es escasa,
pero en mi casa
está mi familia…
… dijo Jesús:
“… les aseguro que este último
volvió a su casa justificado,
pero no el primero…” (Lucas 18,14a)
(… la “rosa sin por qué” cada mañana eleva con humildad su oración sin compararse con nada ni con nadie gracias a la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 18,9-14…)