… me hubiera gustado
que el día de hoy,
y mañana,
fuera distinto,
fueran distintos…
… me entristece,
no me desilusiona,
siempre lo mismo;
¿un día, qué día,
podré cambiar?…
… es que hoy
no me hay quitado nada,
ni un sueño,
ni una moneda,
ni un segundo…
… ¿estaré ya tan protegido
que lo nuestro es sólo mío?…
… es que hoy
no me ha dolido nada,
ni la cabeza,
ni el alma,
ni el bolsillo…
… ¿seré ya un miembro anestesiado
en el cuerpo eclesial y social?…
… es que hoy
no he inventado nada,
ni una imagen,
ni abrazo,
ni una pregunta….
… ¿estaré ya tan muerto
que sólo quiero estar vivo?…
… en este mundo de vanas apariencias,
¿cuándo cambiará mi ciencia ficción?;
¿cuándo me convertiré
de corazón a corazón,
a tu amor, Señor…
“… ¡ay de ustedes, doctores de la Ley,
porque se han apoderado
de la llave de la ciencia!;
no han entrado ustedes,
y a los que quieren entrar,
se lo impiden…” (Lucas 11,52)
(… la “rosa sin por qué” supera las apariencias porque vive en la autenticidad de la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,47-54…)