Siempre, ¡ánimo!

Siempre, ¡ánimo!
No dejes de soñar.
No dejes de esperar.
Aunque ya es de noche.

Muchas noches,
¡demasiadas!
Pero, ¡levanta la cabeza!,
¡y mira!, ¡mira hacia adelante!

¿Qué ves?
– Devastación.
– Nada.
– Desierto.

¿No ves nada?
Espera,
¡está por venir!
¡Está llegando!

Confía.
Cámbiate la ropa.
Quítate el luto.
¡Vístete de fiesta!

Es muy posible que los «desvíos»
de una hora tan severa
como la presente
te hagan vacilar.

No te detengas, perplejo,
en alguna vuelta del camino.
No te “claves”, sin salida,
para esperar sin caminar.

No, esto no es esperar en verdad.
Nadie aguarda nada “clavado”,
y sin movimiento.
¡Camina, ahora, mirando más allá!

La geografía de tu corazón
hay que trabajarla.
Endereza los senderos sinuosos,
nivelada los caminos desparejos.

“… nunca una noche
ha vencido al amanecer…” (de mi madre)

(… la “rosa sin porqué” espera la gratuidad saliendo a su encuentro vestida de paz y alegría… con el Evangelio de hoy, San Lucas 3,1-6…)