¡Amigos!

“¡Amigos!,
¿dónde me llevan?
Ustedes saben muy bien
que no me puedo mover, andar”.

“El Maestro,
el que hace caminar,
¡está en aquella casa!,
aunque es imposible entrar”.

“Con tanta gente,
no creo que me atienda.
Además, yo nunca me interesé
ni por Dios ni por los demás”.

“Romperemos las azoteas,
te pondremos delante de Él,
ya verás lo que es nacer de nuevo,
y comenzar a caminar”

“… como no sabían por dónde introducirlo
a causa de la multitud,
subieron a la terraza y, desde el techo,
lo bajaron con su camilla
en medio de la concurrencia
y lo pusieron delante de Jesús…
… al ver su fe, Jesús le dijo:
‘hombre, tus pecados te son perdonados’…” (Lucas 5,19-20)

“Señor,
tu siempre me esperas
para comenzar de nuevo…
… cuando dejo sin terminar
una palabra insegura,
un abrazo esquivo,
un sueño imposible…
… cuando me pierdo
en los laberintos
de mi pobre corazón,
de la noche embrujada,
del dolor ajeno…
… cuando detengo
el curso del río joven
con un dique,
con una helada,
con un desierto…”

“Señor,
Tú no desesperas,
Tú siempre me esperas,
para comenzar de nuevo”

(… la “rosa sin porqué” vence todas las dificultades gracias a la gratuidad y siempre empieza de nuevo… con el Evangelio de hoy, San Lucas 5,17-26…)