… si te gusta ayudar, deja de preguntarte cuánto vas a dar o qué quieres aportar, deja de preguntarte por ti mismo y empieza a preguntarte por aquellos con los que vas a compartir tu entrega… porque lo importante no es lo que tú vas a hacer, ni lo que vas a dar… mira, más bien, a tu alrededor y reconoce las miradas cansadas, desesperanzadas, ilusionadas, vibrantes… escucha lo que te cuentan, los sonidos del lugar, los latidos de los corazones que ahí están… gusta lo nuevo que se abre ante ti y que se te regala, no para que crezcas tú, sino para hacer crecer a otros, para alimentar la vida a tu alrededor… toca, abraza, acaricia, hazte cargo de las cargas, corre, salta, siente el contacto de los otros que te necesitan… y olfatea, olfatea el rastro de fragancias que la gratuidad va a ir dejándote para que lo sigas en el encuentro con el otro… respira hondo para recibir vidas, no te impongas… en definitiva, abre tu corazón y tus sentidos para recibir, acoger y confiar… si vas a ayudar, ábrete a la vida que se te regala y que es la novedad en la que te vas a sumergir, y deja de preguntarte por el fruto que vas a aportar o el que quieres conseguir… agradece cada vez que tus expectativas y planes se frustren, porque entonces estarás experimentando la realidad que se te regala y que es más grande que todo lo que puedas imaginar o planear… la #rosasinporqué no vive pendiente de lo que va a recibir cuando se entrega, la gratuidad la libera de toda justificada recompensa… ¿vives pendiente de lo que vas a recibir cuando te pones a ayudar a los demás?, ¿contabilizas tu entrega y registras tus ayudas?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 20,20-28)…