¡Anímate a reconocerte parte!

… ¡anímate a reconocerte parte!… en la experiencia de pertenecer a una familia concreta, “estos” padres, hermanos, “esta” casa, “este´” lugar… en esa experiencia te dices y te explicas… porque en la plasmación de tu identidad está la tarea de asumir de dónde vienes y con quién eres… “¡mi familia es un dibujo!”, tantas veces se escucha, “cada familia es un mundo” es la aceptación de que, dentro de ese pequeño mundo, sucede la vida misma, y te define en rasgos, gestos, pensamientos, personalidad, cultura… a veces presumes un aire de independencia, como si de verdad te hubiera traído una cigüeña de París, crees que todo lo puedes solo o que no necesitas de los tuyos… pero es allí, entre los “suyos”, donde te “haces” humano y se te revela tu dependiente pequeñez… es allí donde te descubres vulnerable y valioso, desnudo y contenido, reconocido y valorado… aquellas preguntas “¿cómo estás?”, “¿qué pasó?”, tan esenciales como incómodas, encuentran en la familia su respuesta… porque “ser”, “estar” y “pertenecer a una familia” no pueden separarse… tu familia es raíz, escuela, maestra, parte, origen, destino, referencia, refugio, pasión, problema, solución… es “en” la familia donde se escucha el incondicional afectivo del “te quiero porque te quiero”… la #rosasinporqué vive del “te quiero porque te quiero”, que es la dimensión afectiva de la gratuidad… ¿tienes temor o vergüenza de reconocerte o ser parte de tu familia?, ¿vives del incondicional afectivo del “te quiero porque te quiero”?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 12,46-50)…