Servidor de la alegría que suscita Su Presencia

… “caminante peregrino”, pocas cosas hay que alegren tanto tu corazón como cuando rezas el “Ave María”… es gozosa música callada… es expresivo balbuceo niño… es tenue suspiro enamorado… es gemido de grito contenido… es súplica de niños y de ancianos… «¡alégrate, llena de Gracia, el Señor es contigo!»… ¡has dicho algo «tan grande»!… y, además, das el motivo de esa alegría: «el Señor es contigo»…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, pero atrévete ahora a atender lo que la Madre de Dios, tu Madre, dice al que la invoca… esta vez a ti, ¡si a ti!: «el Señor es contigo»… si, tu Señor es también contigo… por tanto, ¡nada de dudas ni de reparos!… no necesitas que nadie te diga ni te certifique otra cosa… no precisas de un «documento» para convencerte de la autenticidad de Su Presencia…

… es tu Madre quien te lo dice, ¿acaso una madre puede engañar a sus hijos?… muchos pretenderán sentenciar lo que no les pertenece o lo que ignoran… pero tú sabes muy bien que sólo tu Señor es Quien sacia tu corazón amante… y que Su Presencia es don inefable que no se define, ni se justifica… solamente se lo agradece sorprendido, estupefacto… ¡lleno de alegría!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, te sacias de la Presencia de tu Señor amado… la alegría te abraza y te desborda… eres servidor de la alegría que suscita Su Presencia… contagia al mundo con la misma… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 1,26-38: “… el Señor es contigo… ”)…