Señor y Maestro

Señor y Maestro,
escuché tus palabras,
y me deslumbraron y fascinaron.

Señor y Amigo,
compartí tu cercanía con todos,
y me sorprendiste y conmoviste.

Señor y Salvador,
supe de tus obras y milagros
y me motivaste y movilizaste.

Pero te vi orar,
y me desconcertaste.
¿No eres, acaso, el mismo Dios?

¿Dios que le reza a Dios?
¿No es contradictorio?
¿O no eres tan dios?

¿Sirve de algo pedir, orar,
que la nada implore al Todo,
lo que el Todo no quiso dar?

¿Es la oración un tributo
que nada suma al Creador
y a su creatura la ata y sujeta?

¿Orar no es un narcótico
con el que se seda al hombre
para que sea sumiso sin más?

¿El poder de la oración
depende de las baratijas
que se venden en la estación?

“No sabemos rezar como conviene
por eso, el Espíritu viene en nuestra ayuda
y gime en nosotros diciendo. ‘Abba’”
(Romanos 8,26)

“Cuando oren digan: ‘Padrenuestro’” (Lucas 11,2ª)

No te pido, Señor,
que me enseñes a hacer milagros,
ni a predicar como Tú…

… enséñeme a orar,
nada más, nada más,
como lo Tú hacías…

… vueltos mis ojos niños hacia lo alto
(Padrenuestro que estás en el cielo),
deseando agradar al Padre en todo
(santificado sea tu Nombre),
anhelando que reine Su amor en cada cosa
(venga a nosotros tu Reino),
buscando hacer lo que manda porque es mi felicidad
(hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo),
pidiéndole el sustento diario que no se almacena
(danos hoy nuestro pan de cada día),
ofreciendo antes la reconciliación para pedirte que me recibas y atiendas luego
(perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden),
implorando tu auxilio para tratar de hacer bien el bien
(no nos dejes caer en la tentación),
querido realmente no ser esclavo de mi yo y del tentador
(más líbranos del mal)…

(… la “rosa sin porqué” para orar mueve el corazón con gratitud… con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,1-4…)