Señor de los huérfanos

Señor de los huérfanos y desamparados,
no todos cuelgan
de una Cruz como la Tuya,
clavada en la geografía
y en la historia de la ignominia;
con un pueblo sin palabras
pero con ojos de testigo,
y con generaciones humanas
que te contemplan, te aman
y veneran tu imagen
en cuellos, templos y destinos.

Señor de los huérfanos y desamparados,
hay muchos que arrastran
cruces atornilladas cada día
en los hombros y el cerebro,
y desangran su amargura
sin llantos, sin amigos,
gota a gota, paso a paso,
por el suelo que pisamos
con prisa que no mira.

Señor de los huérfanos y desamparados,
¡ellos solo existen en el Hogar
de tu Corazón abierto, herido,
que nunca, nunca, cicatriza!

“… ‘en el mundo tendrán que sufrir,
pero tengan valor:
Yo he vencido al mundo’…”
(Juan 16,33bcd)

(… la “rosa sin por qué” tiene el valor de extender la mano de la gratuidad a pesar de tener que sufrir… con el Evangelio de hoy, San Juan 16,29-33…)