Señor

… Señor,
aún no puedo dejar de llorar,
no tengo fuerzas para perdonar de corazón,
ni confío tanto que a todo me atreva…

… las viejas pesadumbres de mi barro
me enturbian la alegría de la Fiesta,
todavía al agua de mis lágrimas
¡no se ha convertido en vino nuevo!…

… me invaden pensamientos oscuros
que nublan mi mirada y envenenan mis palabras,
todavía el dolor de las ofensas
¡no se ha convertido en abrazo de perdón!…

… situaciones amenazantes
me angustian el pecho y el mañana,
todavía tiemblan mis pasos
al caminar sobre las aguas…

… Señor del barro,
de las palabras y de las olas,
¡ten piedad de mí!…

“… al verla,
el Señor se conmovió
y le dijo: ‘no llores’…”
(Lucas 7,13)

(… la “rosa sin por qué” sabe del barro, de las lágrimas y de los miedos, pero en todo la gratuidad la sostiene, y le regala la paz… con el Evangelio de hoy, San Lucas 7,11-17…)