… sé, Señor, que pasas
por mis cosas y mi vida,
por mis hermanos y hermanas,
porque Tú eres Pascua;
y yo desconozco tu Presencia
con distracciones voluntarias,
concentrado en nada,
¡tan ciego a las mañanas!…
… con enfermedades calladas,
soledades no acompañadas,
aparece el cuerpo,
siempre alerta
mientras duerme el alma,
el que recibe primero
tu llegada impredecible
en medio de la noche…
… has entrado sin ruido
en mi casa cerrada,
has distendido mis nudos,
has tendido la cama,
y has abierto el último balcón
de mis pulmones a la gracia;
¡tu levedad de Aurora
se ha encarnado por sorpresa!…
… entonces mi espíritu despierta
y se da cuenta que has pasado;
me dejaste tu Presencia
encaminando tu Visita
por mis huesos y memorias,
y ya te has ido en silencio
dejando mi ventana abierta
a todo el sol de la mañana…
“… respondió Jesús:
‘todo es posible para el que cree’;
inmediatamente el padre del niño exclamó:
‘creo, ayúdame porque tengo poca fe’…” (Marcos 9,23-24)
(… la “rosa sin por qué” descubre la presencia de la gratuidad por las mañanas… con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,14-29…)