… sazonada la convivencia
por el polvo del camino,
enriquecidos los encuentros
bajo la sombra de los árboles,
refrescados los cansancios
con la agüita fresca de los arroyos,
sabiendo que había llegado la hora
de regresar a Casa,
habiéndonos amado,
nos amaste más,
hasta el extremo,
para no dejarnos solos,
huérfanos, perdidos,
sin familia ni amigos,
te hiciste Pan y Vino,
“tomen, ¡esto es mi Cuerpo!”,
“tomen, ¡esta es mi Sangre!”…
… pobre amor humano,
si no sabe de esta entrega,
si no sabe deshacerse para ser pan,
si no sabe exprimirse para ser vino,
si no sabe desvivirse para dar vida…
… pequeño amor humano,
si no sabe de fracasos,
de silencios nocturnos
y desgarros…
… insignificante amor humano,
si no se eucaristiza…
… sazonados
de Pan y Vino,
¡vivamos!…
“… ‘tomen,
¡esto es mi Cuerpo!
¡esta es mi Sangre!’…” (Marcos 14,22-25)
(… la “rosa sin por qué” sabe que la eucaristía es ella misma todos los días… con el Evangelio de la Misa de ayer, San Marcos 14,12-16.22-25…)