… “caminante peregrino”, percibes el canto que continúa en lo profundo, en lo más hondo… donde los perfiles no se descubren como tu antojo lo quisiera… el canto te dice que no temas… ¡no temas ni te juzgues derrotado!… ¿caíste por allí, por esos senderos, perdido, y te pegaste un buen porrazo?… pues, ¡levántate sin más preámbulos ni trámite alguno!… no te detengas en ningún lugar ni en el tiempo que sea… deslígate, corta con energía las ataduras y sigue los pasos que llevabas…
… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, no lo dudes, eso ya pasó… te olvidarás de golpe y sumérgete, nuevamente, en el silencio de tu corazón… esto es: retorna a la ermita escondida, en medio de tu desierto… ya lo conoces, ya estás en él… desde siempre estás en él… vive según ese mismo desierto te enseña: despréndete, suelta… te hallas aún encadenado a un muelle en medio de la tormenta y con el agua agitada… tu nave golpea una vez y otra vez contra el muro y, sin libertad, acabará por hundirse…
… suelta esas amarras, déjate llevar muy lejos… abandona el muelle, en el desierto carece de sentido… no prestes atención a los cantos de las sirenas… aprende a no escuchar las tentaciones… eleva los muros de tu jardín y de tu ermita… son muchos los que se asoman por allí… tú, nada… recupera el silencio, déjalo resurgir, olvidando y dejando… que tu respuesta a todo y a todos sea siempre amar… establécete en la paz que te da tu Señor…
… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, superas las novedades aunque tal vez aparezca alguna sorpresa… es hora de decir lo de siempre, la verdad de tu vida: has pecado mucho y se te ha perdonado mucho… el amor desbordante que demuestras es señal que así ha sido, es respuesta… ¡tu fe te ha salvado!… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 7,36-50: “… a quien se le perdona poco, demuestra poco amor…”)…