Aprende a escuchar con los ojos

… “caminante peregrino”, el camino que puede parecerte arduo y demasiado largo es el de “aquellas cosas” que no acaban… por lo menos así lo experimentas tantas veces… pero la “mirada honda”, que descubre profundidades cada vez más inauditas, te abre a espacios insospechados… renuevas, así, tu búsqueda, porque nada hay sin profundidad… el paso no se cierra, tu perseverancia lo abre…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, es preciso insistir y hacerlo con coraje… el paso está oculto, pero abre a un horizonte inmenso… así es la senda de la oración… obra de Dios y permanente invitación a la perseverancia… es el mismo camino del silencio: ¡atiende!… ¡presta atención a la brisa suave del bosque!… ¡presta atención al murmullo sereno de una soledad que se transfigura y se brinda hasta cuando hay ruido!… aprende a escuchar con los ojos…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, no estás “en” el ruido, sino “a pesar del ruido”… aprendes así a no estar “en” las cosas, sino “sobre” ellas… entre ti y todas ellas puede haber una distancia infinita que depende de la intención y de tu “desprendimiento”… suelta, pues, y deja rumores y sonoridades vanas.. “acompaña”, permanece en el Corazón de tu Señor… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 8,1-3: “… lo acompañaban…”)…