Qué mirada de cielo

¡Qué mirada de cielo,
esa que esconde y atesora
crepúsculos y auroras,
jornadas despejadas,
jornadas tomentosas,
en los ojos de los abuelos!

En los ojos de los abuelos
descubrimos la mirada de gratuidad,
cargada de experiencia, atenta y serena,
que escudriña los anhelos
que llevan los nietos en el corazón,
que ven la fatiga, el cansancio y la esperanza
con las que los jóvenes aspiran un mañana.

¡Mirada de cielo y tierra!,
cómplice de aventuras,
que sin despreciar los límites
de mamá y de papá,
prolongan con la ternura
las horas en los relojes de arena!

Abuela,
con sus manitos arrugadas,
tejiendo historias en la rueca,
en la cacerola y en la mesa,
despertando con sus cuentos,
los sueños que se sueñan.
¡Abuela!

Abuelo,
con sus manazas ajadas,
cosiendo la pelota,
encolando barriletes,
desperado con sus cuentos,
los sueños que se sueñan.
¡Abuelo!

¡Ya no caminas, abuela!
¡Ya no trabajas, abuelo!
¡Cómo recuerdo sus rodillas
por las que me trepaba
para mirarlos a los ojos
y asomarme a la vida!

¡Ya no estás, abuela,
pero perduras en mil pequeñeces
que aparecen cuando te recuerdo!
¡Ya no estás, abuelo,
pero te descubro a cada momento
que extiendo la mano y te encuentro!

Ojos, manos, rodillas,
abuela y abuelo,
¡incondicionales en los juegos,
en los mimos y en los sueños!
¡cuánto los quiero!

(… la #rosasinporqué se siente agradecida y bendecida por la incondicional gratuidad que recibió de los abuelos… con el Evangelio de hoy, San Mateo 13-16-17…)