… ¿por qué miras y no ves?,
¿por qué escuchas y no oyes?,
¿por qué intentas contemplar
sin aceptar ni amar?…
… ¿ciego entre videntes
o vidente en medio de ciegos?,
¿sordo entre oyentes
u oyente en medio de sordos?…
… paso a tu lado,
en cada hermano,
en cada sufrimiento,
¿y no me ves?…
… te llamo a cada rato,
en cada palabra,
en cada silencio,
¿y no me oyes?…
… prolongo mi Presencia
en cada Eucaristía,
en cada Misa,
¿y no te interesa?…
… ¡mírame hasta que me veas!,
¡escúchame hasta que me oigas!,
¡contémplame hasta que me aceptes!,
¡ámame hasta que te ames y ames!…
“… ‘¿qué quieres que haga por ti?’,
‘Señor, ¡que yo vea otra vez!’…” (Lucas 18,41)
(… la “rosa sin por qué” mira y escucha, ve y oye, gracias a que en su corazón anida la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 18,35-43…)