… ponerse y abandonarse en las manos de Dios, no remplaza el que uno haga lo que tiene que hacer… Zacarías e Isabel, por anciano y por estéril, no esperaban ya tener un hijo, aunque lo deseaban… aquella visita inesperada y el anuncio sorprendente que del Cielo venía, descolocó a Zacarías mientras rezaba… dudó y no confió… mostró sus cinco panes y dos pescados, que no tenía más que eso en su corazón cansado, pero ignoraba las maravillas de Misericordia que el Señor haría con tan poca nada… nueve meses sin poder hablar, nueve meses sin poder mover los labios en oración con Dios y en diálogo con los demás… mientras tanto, Dios iba obrando en el vientre de su esposa que ahora parecía una joven llena de esperanza… no podías, Zacarías, seguir con las costumbres y maneras humanas y, al ponerle el nombre a tu hijo, “Juan” escribiste en una tabla como el Cielo te indicara… se te soltó la lengua trabada por la desconfianza y prorrumpiste en alabanzas y bendiciones reconociendo que es el Señor quien obra cuando le dices como María “hágase estar” y basta… hacer uno la Voluntad de Dios, o dejar que ésta se haga… aquí está la diferencia entre muchos buenos y rectos, hasta perfectos, y los santos que dejan que Dios sea Dios sin impedirle nada… la #rosasinporqué sabe que todo es gracia aunque nada sea gratis, por eso confía y empieza de nuevo cada mañana… ¿confías y esperas la acción de Dios cada mañana?, ¿cantas las maravillas del Señor?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,57-66)…