… “mi alma canta la grandeza del Señor”… ¿qué canto es este que se escucha?, ¿qué es esa música callada que ya los pájaros madrugadores ejecutan con piruetas en sus vuelos?, ¿cómo hace el viento para silbar melodía tan hermosa que enamora?… María, ¿no es que estabas ocupada con los quehaceres de la casa de Isabel a quien acompañabas?… ¿en qué escenario se canta así?… María, cantas el “hágase estar” de tu “heme aquí”, cantas la insignificancia reconocida, asumida y disfrutada… canta tu alma, cantan tus ojos, cantan tus sonrisas, cantan tus manos y cantan tus pies mientras bailan… niña con el mundo en el alma, sutil, discreta, oyente, capaz de correr riesgos… pequeña de la espera, que afronta la batalla y vence al miedo… señora del Magníficat, que canta la grandeza velada en lo pequeño… ya muy pronto, serás madre… hogar de las primeras enseñanzas, discípula del hijo hecho Maestro, valiente en la tormenta, con Él crucificada abriéndote al Misterio… eres, María, refugio de los pobres que muestran, indefensos, su desconsuelo cuando duele la vida, cuando falta el sustento… aún hoy, María, sigues cantando, atravesando el tiempo mostrado la senda que torna cada “hágase” en un nuevo comienzo… la #rosasinporqué aprendió a cantar la gratuidad tarareando el Magníficat de María… ¿canta tu alma la vida?, ¿engrandeces tu alrededor siendo agradecido?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,46-55)…