Paralítico

paralítico,
de cuerpo y de alma,
incapaz de moverme por mí mismo,
postrado, mirando la vida pasar,
postrado, escuchando a los niños jugar…

… ¿habrá una esperanza para mí?,
¿alguien querrá darme una mano?,
¿alguien se apiadará de este muerto vivo
de este postrado que no sirve para nada?,
¿alguien?…

… siempre hay “unas personas”
dispuestas a ayudar,
no son de mi familia,
que ya se cansaron de mí,
ni mis amigos que los espanté…

… allí, en “esa” casa
está el Maestro al que todos van,
pero hay mucha gente,
y no se podrá entrar,
paralítico, postrado, desesperanzado…

-“… ¿qué hacen?,
¡es una locura entrar por el techo!,
¿acaso Él me podrá curar?
¿podré estar de pie otra vez
y volver a caminar?…”…

-“… ¿por qué me hablas
del perdón de los pecados
si no es eso lo que vengo a buscar?,
¿o acaso mi parálisis no es del cuerpo ni del alma
sino de mi corazón que no ama?…”…

-“Yo te perdono, pero ¡levántate y camina!,
y verás que cuando el corazón se sana,
es perdonado y perdona,
es consolado y consuela,
nada, pero nada, ¡impide tu andar!”

“… Yo te lo mando,
levántate,
toma tu camilla
y vuelve a tu casa…”
(Lucas 5,24b)

(… la “rosa sin por qué” se deja perdonar y perdona gracias a la gratuidad, y nada le impide su andar… con el Evangelio de hoy, San Lucas 5,17-26…)