… descubrir
el valor de lo sencillo;
encontrar la inmensidad
en una cáscara de nuez
que se mece en un arroyo;
admirar la belleza
en unos ojos, en una sonrisa;
estremecerme con una lágrima;
soñar desde un tejado
o contemplando la vastedad del mar;
apreciar la amistad
y la palabra sincera;
compartir el pan;
ofrecer un abrazo;
balbucear un Padrenuestro…
… todo en Ti,
Señor de lo pequeño,
de los pequeños,
Amigo de los niños,
de los que se hacen niños,
de los que se mantienen niños…
… todo en Ti,
Señor de lo inmenso,
que no atropellas,
que no levantas la voz,
que no violentas,
que no aturdes…
… todo en Ti,
Señor de todos y mío,
no más,
nada más,
¿por qué más?,
¿qué más?…
… todo en Ti…
“… te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes
y haberlas revelado a los pequeños…” (Lucas 10,22bc)
(… la “rosa sin por qué” es tan amiga de la gratuidad que es la gratuidad misma… con el Evangelio de hoy, San Lucas 10,21-24…)