… palabra que es luz,
luz que disipa las tinieblas,
palabra que nace del corazón,
corazón que se desborda y llena…
… Tú eres, Señor, la Luz,
pero no una luz de sol
que baña las creaturas
en las orillas de la piel…
… no eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con su fulgor
diluyes todo lo viviente…
… Tú eres la Luz
que me hace visible
desde dentro…
… amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de mi deseo…
… enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en mi noche…
… toda luz crea sombras
pero ¡Tú eres Luz que las disipas!…
… ¡tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!…
… cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu Luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?…
… ¡líbrame, Luz,
de ensombrecer
con mis palabras
a mis hermanos!…
…. ¡líbrame, Luz,
de oscurecer
con mis acciones
tu Providencia!…
“… acuérdate, Señor,
de quienes en la estirpe humana
son nuestros enemigos,
pero para su bien:
concede a ellos perdón y misericordia…
… no extermines a quienes me muerden:
¡conviértelos!…” (San Gregorio de Narek, poeta armenio)
“… de abundancia del corazón
habla la boca…” (Lucas 9,45c)
(… la “rosa sin porqué” es luz que ilumina sin ensombrecer gracias a la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 6,39-45…)