Cómo me cuesta, Señor

… cómo me cuesta, Señor,
descubrir en mí los efectos
de estar distante de tu Amor…
… y, sin embargo,
¡son tan evidentes!…

… se fue apagando,
desvaneciendo,
desdibujando,
en mi corazón,
tu Rostro y Voz…

… como se apaga la mecha,
como se seca la fuente,
como se vacía el vaso,
como se calla el cantor,
como se marchita la flor…

… mi oración, palabras hueras…
… mi penitencia, esporádica…
… mi entrega, dosificada…
… ni Tú ni mis hermanos,
era yo, sólo yo, y sigo yo…

… pero el pecado ¡no es la última palabra!…
… ¡Tú no quieres
la muerte de pecador
sino que se convierta y viva!…

… ¡conviérteme a tu Amor!…
… que vuelva a Ti y a los míos,
Dios de la misericordia y el perdón…
… reconozco que soy barro,
y al barro he de volver…

… sé que me conoces,
que ves en lo secreto del corazón,
que no te espantas ni avergüenzas…
… que eres Padre, Esposo y Amigo…
… ¡eres mi Padre, mi Esposo, mi Amigo!…

… polvo, barro, ceniza,
hijo ido, regresando a tus brazos,
pecador arrepentido en camino…
… polvo amasado con tu Saliva,
barro perfumado, ceniza bendecida…

… “… que tu oración, tu limosna y tu ayuno
no sea conocido por los hombres,
sino por tu Padre que está en lo secreto;
y tu Padre, que ve en lo secreto,
te recompensará…”
… (Lucas 6,18)

(… la “rosa sin porqué” inicia la Cuaresma sabiendo que se debe remover la tierra para que la gratuidad la embellezca… con el Evangelio de hoy, San Lucas 6,1-6.16-18…)