… ¿otra vez esos “límites”
que me impiden acercarme a Ti, Señor,
y retrasan el encuentro tan deseado?…
… ¿por qué siempre aparecen
parálisis de adentro y de afuera,
y multitudes que se interponen?…
… ¿no eres, acaso, el Dios cercano
que “abajado” nos elevas,
que “fracasado” nos liberas?…
… ¡amigos, ayúdenme!,
¡rompan los tejados!,
¡tomen mi camilla y que Lo vea!…
“… como no sabían por dónde introducirlo
a causa de la multitud,
subieron a la terraza y, desde el techo,
lo bajaron con su camilla
en medio de la concurrencia
y lo pusieron delante de Jesús…” (Lucas 5,19)
… ¡al fin te encuentro, mi Señor!,
¡mírame así postrado!,
¡regálame esa libertad negada!…
“… al ver su fe, Jesús le dijo:
‘hombre, tus pecados te son perdonados’…” (Lucas 5,20)
… no son los “límites”,
siempre infinitos,
lo que impiden que seamos libres,
sino nuestras ataduras y soldaduras
en intrigas y malicias, los pecados,
los que nos “paralizan”…
“.. para que ustedes sepan que
el Hijo del hombre tiene sobre la tierra
el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico:
‘Yo te lo mando, levántate,
toma tu camilla y vuelve a tu casa’…” (Lucas 5,24)
(… la “rosa sin por qué” desde que se encontró con la gratuidad no necesita de “camillas”… con el Evangelio de hoy, San Lucas 5,17-26…)