… es «normal» que surjan dificultades… esa contrariedad indefinible con que chocas una y otra vez, reduciéndote o deteniéndote no sé dónde… y sin embargo es infinitamente aprovechable, cuando se vive en paciente y activa esperanza… hay una saludable distancia que puede fructificar en una congrua preparación para evitar la sorpresa… suena el celular, pero no tiene tanta importancia… “eso” puede aguardar un tanto, lo que sea… hay cosas mayores y no tienes por qué pensar en ningún problema… evitando el apresuramiento alejas el volumen de una posible alternativa antipática o dañina… esa solicitud mecánica no tiene inicialmente ningún rostro, no es cuestión de atribuirle gratuitamente ninguno… y, si en cambio tuviera una feroz máscara, de aquellas que siembran pavor o amenazan infortunios, una vez más: siempre hay algo mayor que oponer a esa desgracia y que acabará por vencerla… tú no perteneces a las rabias de los ansiosos… las cuestiones que suelen ser muy pequeñas, ¡ah, paradoja!, dañan tanto… el sufrimiento que aprieta te empuja hacia arriba cuando, en efecto, has aprendido a sonreír, ¡y a compadecer!… deja que el agua corra en paz y presta atención a su melodía, acepta lo más bello y descubre en tu alma todos los secretos… la •#rosasinporqué espera pacientemente la infaltable sorpresa de cada día sin perder la paz ni la alegría… ¿te preparas para vivir con gozo y gratitud las sorpresas sabiendo que siempre encierran tesoros?, ¿esperas con disponibilidad fecunda lo que ha de acontecer o tu espera es sombría y obtusa?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 7,24-30)…