Amigo y amiga de la rosa, déjate iluminar aunque la luz exterior no parezca dispersar las tinieblas

… amigo y amiga de la rosa, déjate iluminar aunque la luz exterior no parezca dispersar las tinieblas… en horas de madrugada, cuando apenas el sol asoma allá lejos en todos los horizontes, en el mar y en la llanura, en los valles y más arriba de las montañas… en horas de madrugada… también, hoy mismo, surge para ti esa luz que no tiene ocaso y que te brinda siempre el regalo de dejarte abrasar por ella… ¡luz que quema!, ¡luz que enciende y transforma!, ¡luz nueva que transfigura y no sabes cómo!… ¿pensabas, tal vez, hallarla dónde?, ¿suponías descubrirla en lugares privilegiados?, ¿pretendías circunscribirla en zonas o instituciones determinadas?, ¿se te antojaba propicia cuando cumplías con esto o con aquello, según tales o tales condiciones?… a fuerza de buscar y suponer hoy es magro el resultado y no percibes nada… ¿has olvidado abrir las puertas de tu corazón?, ¿estás demasiado sumergido en las fórmulas pasadas, que estrechan cada vez más tu vida?… en horas de madrugada, bendiciendo la Aurora que no tiene ocaso, recibe en tu corazón lo más inaudito… descubre tu bien y tu tesoro, limpia el alma de «segundas intenciones», esas que, al decir de Unamuno, no tenía Don Quijote… y, por fin, deja toda estrechez y aprende a acoger el misterio de los otros, que sólo caben en el corazón… la #rosasinporqué se deja iluminar por dentro por eso irradia la belleza de la gratuidad… ¿estás iluminado por dentro e iluminas o por fuera y sólo brillas?, ¿quién o qué ilumina tu corazón, quién o qué lo oscurece?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 5,33-36)…