¡No vivas pendiente de lo que no puedes evitar!

… “caminante peregrino”, poco o mucho, con frecuencia estás tentado de «medir» casi todo… sí, de medir y clasificar… hasta que llega una hora… ¡y qué hora!… en la que todo cálculo se estrella y los dichos y definiciones de ayer se revelan insuficientes… ¡y hasta molestos y contraproducentes!… a veces es hasta una desagradable sorpresa… es necesario que abras el corazón… ¡porque sólo es allí donde hallaras tu bien!…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, llega “la hora” inesperada de la enfermedad y del dolor… ¡del fracaso!… ¿qué haces entonces?… ¿peregrinas, preguntas, sufres sin más?… la «gran muralla» de otros tiempos se quiebra y se derrumba… es preciso que dejes que se torne polvo porque ya, en realidad, no te defiende de nada… ¡hay una apertura de confianza que debes atravesar!…

…. esta “apertura de confianza” no está -¡nunca lo está!- en contradicción con lo mejor de tu «pasado»… con tu vida de ayer y de siempre… pero es sorprendente, porque te libera de la sospecha de equivocarte… ¡de caer en vacilaciones y de quedar aplastado por las dudas!… ¡el Señor te ha tendido Su mano y has de asirla!… sin temer a las tormentas ni a los vendavales… ¿y si fuera necesario partir y pasar más allá de lo que fuere?… ¡el Señor tiene poder y autoridad!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, alejas de tu corazón el temor a lo imprevisto… a eso que no puedes ni manejar ni esquivar… ¿acaso alguien quiere fracasar?, ¿acaso alguien quiere enfermar?… ¡no vivas pendiente de lo que no puedes evitar!… ¡déjate amar y sanar por tu Señor!… toma la mano que se te tiende, escucha Su voz que manda con autoridad… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 4,31-37: “… ¡cállate y sal de este hombre!…”)…