… no temas, no faltes a la cita del amor… espera, ábrete… ábrete al que viene llamando con su voz… no viene como intruso, viene por la puerta, como alguien conocido… abrir, no es decirle: “aquí me quedo”, sino: “allá me voy”… es facilitar la llegada, acercar las distancias, apurar el gozo y también el perdón… quien abre, ya no teme la espera, porque en ella se sana su dolor… quien abre, ya no teme la ausencia del que pronto llega, pero todavía no... esperar es compartir el deseo del que a buscarnos salió, y dar tiempo a que llegue como cuando sale el sol… así, te enriquece el amor si velas y quieres verlo nacer hoy… no temas dar lugar a su hallazgo en tu propio corazón, no temas darle carne en tu vida a su amor consolador… pues a todo aquel que confía, su amor lo hace fecundo, como al grano que murió… si te pones en camino, en tu soledad, sabrás que alguien a ti se te arrimó… si no temes, te encontrarás con su rostro y también con su don… ¡abre, pues, la puerta, que te visita Dios!… y si la espera se hace larga, resiste la demora, que el cansancio en la espera es pobreza de amor… la “rosa sin porqué” espera con amor la aurora y se abre al amanecer recibiendo la gratuidad que al hermosea… ¿estás abierto a la vida dejando que la esperanza haga fecundo tu amor?, ¿cantas y agradeces la vida como un don o te lamentas porque sólo la vives como una responsabilidad?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,26-38)…