… no te demores, ve de una buena vez al pesebre, al paraje escondido, al valle, a la montaña… ¿dónde están?… abajo, están debajo sustentándolo todo y dando razón y sentido, dando “forma” a lo que puedes ver… percibes ese «otro» viento, esa brisa que refresca, que manifiesta sólo algo de un bello secreto, de una realidad… el jardín de tu corazón, pesebre en estos días, te despoja de lo innecesario… pero te entrega, más allá de tus límites, la realidad y la vida que nada ni nadie en este mundo pueden expresar ni quitarte… hay sombras que se reúnen y endurecen el entrecejo para aparentar seriedad y aplicación, pero están en la misma tragedia de lo inexistente y de lo fantasioso… es que se pueden inventar miles de situaciones y forzar otras tantas, pero ninguna es real, ¡tanto se puede combinar!, pero eso no es vida… ¡adelante pues!, que el canto de las aves, el perfume de las flores, el horizonte de los paisajes, los arroyos de las montañas, todas las estrellas del cielo, el mar, la luna y el sol, ¡tantos hermanos y pequeños!, todo, todo es para ti… y todo te habla de la gratuidad… la #rosasinporqué no se mueve del pesebre y contempla que son pocos los que se quedan a cuidar gratuitamente la vida concedida… ¿eres de los que festejan la gratuidad y luego desertas y dejas porque no perseveras?, ¿has descubierto la belleza del silencio y de la pobreza en el pesebre?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 10,17-22)…