¡No quieras comprender lo incomprensible!

… “caminante peregrino”, prosigue tu caminar orante y abre tu corazón… permanece, permanece, vela con tu Señor una hora… es decir, siempre… el camino es silencio, no quedarte callado… no consideres que, por ello, sigues a tientas… continúa, simplemente… si eres perseverante, a pesar de las dificultades o de los detenimientos, comprobarás en tu corazón la hondura del silencio…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, recuerda que de “un” silencio que ha ascendido … desde donde no puedes enterarte bien, pero del cual ya tienes suficiente noticia… has descubierto la paz en la confianza de que allí, en ese instante… ya no eres tú quien obra sino Aquél a Quien has abierto las puertas de tu corazón… ¡Silencio y Presencia!, una sola realidad para ti ahora… no puedes prescindir de la Presencia… estás en ella… tampoco del Silencio, en Él habitas…

… ahora, pues, esta Presencia inefable, causa y garantiza el Silencio… ¡y lo sostiene como su lenguaje para ti!… ¡ya no dudes!… ¡tu Señor está aquí!… no es necesario esforzarte, ni embarcarte en otro camino, ¡que no sea la simplicidad!… ¡o la conciencia de la inmediatez!, que no se define…… ¡goza pues de la Presencia!… ya dirás, con los santos, “no digo nada, Lo amo”…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, dejas que el Silencio venga en tu ayuda y te enseñe todo… ¡sáciate, pues, de su Presencia!… ante el Inefable, sorpréndete y adora… ¡no quieras comprender lo incomprensible!… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 1,5-25: “… quedarás mudo por no haber creído…”)…