¡No posees nada que no hayas recibido!”

… “caminante peregrino”, los caminos de Dios son distintos de los tuyos… hasta el punto que muchas veces no los comprendes… no te atreves a creer en esta dignidad, en esta libertad que se te ofrece… casi llegas a no fiarte de la generosidad de Dios… ignoras sus dones esenciales desde el momento en que abusas de bienes inferiores y la falta de fe y de confianza te paraliza… no hallas fuerzas para seguir el sendero desviado por el que pretendes caminar… porque la timidez y la angustia sofocan lo mejor que hay en ti…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, eres hijo, eres hija, en el Hijo… abre, pues, tus ojos y tu corazón en una perfecta soledad con Dios… recógete y toma conciencia de lo que Él te da… de lo que Él es para ti… tu fortaleza y tu paciencia tan solo pueden ser sólidas si una y otra proceden de una profunda felicidad… porque que seas feliz es el sueño de tu Dios y Señor… y no puedes ser plenamente feliz si no te encaminas hacia la santidad…

… a veces parece que temes reconocer la santidad… como si se tratara de unos bienes materiales de los que te ves privado si otro los posee… pero éste es un sentimiento que se apoya en una ignorancia completa de esta realidad…lo que se da a los santos se te da también a ti… esto es necesariamente así cuando se trata de bienes espirituales… ya que la fuente de donde proceden es infinita e inmediata, y su esencia es la Caridad… cuánto recibes no lo haces mas que no reteniendo nada, sino transmitiendo todo sin reserva alguna a los demás…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, recibes todo al modo filial… “todo me ha sido dado por mi Padre”… no posees nada que no hayas recibido… todo es don, todo es gracia en tu vida… tus ojos ven lo nuevo, tus oído oyen lo nuevo… tu felicidad es inmensa porque estás llamado a ser todo de Dios… contagia esta alegría a los tuyos… desayuna y matea con la Verdad en el “pan del día”… (Lucas 10,21-24: “… ¡te alabo Padre!… ”)…