… “caminante peregrino”, tu vida es contemplativa en los lugares más diferentes y distantes… así es cuando tu alma se dispone y se abre a la Presencia única del Señor… te aproximas, silenciosamente, respetuosamente, a esa capilla y oratorio interior… luego de haber atravesado los más inesperados paraje llegas donde tu Salvador ora en el Huerto…
… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, si has aprendido a escuchar su Voz… que te invita a «velar una hora» con Él…. descubres la dimensión contemplativa de toda tu vida… en Él y con Él… ¡siempre!… para Él has nacido y no descansarás hasta hallarLe y recibirlo todo de Él…
… con frecuencia te ilusionas con éste o con aquél premio o regalo… o con los éxitos posibles en este mundo que pasa… o con los reconocimientos vanamente cosechados… pero, antes o después, te das cuenta de que nada de todo eso es lo que en realidad buscas… sigue, pues, peregrino, portando el oratorio en el corazón y velando… escuchando y practicando…
… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, eres declarado por tu Señor inmensamente feliz… no por lo que has hecho o harás sino por lo que dejas hacer al escuchar Su Palabra… avanza, pues, en tu camino dejando ser al Ser… no pierdas tiempo preguntándote cómo estás… que tu alegría sea Su alegría… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 11,27-28: “… felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican… ”)…