No me digas que me amas, ¡ámame!

… no me digas que me amas, ¡ámame!… no me digas que me esperas, ¡espérame!… no me digas que me comprendes, ¡compréndeme!… no me digas que me perdonas, ¡perdóname!… ámame con todo, espérame para todo, compréndeme en todo, perdóname por todo… ¡ámame con la mirada y la sonrisa!, ¡espérame con la mirada y la sonrisa!, ¡compréndeme con la mirada y la sonrisa!, ¡perdóname con la mirada y la sonrisa!… si me amas, ¡abrázame!… si me esperas, ¡abrázame!…. si me comprendes, ¡abrázame!… si me perdonas, ¡abrázame!… no me dejes solo en mi sola soledad, no me dejes solo en mi terca ambigüedad… no me dejes solo conmigo mismo que me muero si no me amas, si no me esperas, si no me comprendes, si no me perdonas… en todo, Señor, contemplarte porque en todo alientas… en todo descubrirte perforando la cáscara bella o destrozada de todo lo que vive… en todo anunciarte, próximo e inédita venturosa mañana surgiendo del abismo… en todo sufrirte solidario en las pérdidas que amputan a toda criatura horadando tu costado… en todo amarte Dios íntimo y tan cercano, en el abrazo que enternece, en el abrazo que descasa… ¡en todo, con todo, ámame y amaré!… la #rosasinporqué vive en todo con todo, por eso ama gratuitamente y es agradecida… ¿contabilizas y mides tu amor?, ¿seleccionas y dosificas tu amor?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 22,34-40)…