… saberme invitado gratuitamente, y no valorarlo… saberme invitado sin merecerlo, y seguir como si nada… saberme invitado a lo incomparable, y poner excusas para otras cosas… ¿me sé invitado?… ocupado en mis proyectos, atento a mis obligaciones, concentrado en hacer las cosas bien, dejo pasar infinitas invitaciones para estar Contigo, Señor, en el banquete de la Eucaristía, en la fiesta de la oración y del servicio, en el encuentro con otros rostros y no con el mío espejado y monótono… ¡Tú siempre me esperas para comenzar de nuevo!… me invitas a escuchar a quienes no quienes no saben ni quieren escuchar… me invitas a abrazar a quienes son expertos en abrazos esquivos… me invitas a soñar sueños imposibles en lugares donde nadie sueña… me invitas a no perderme en los laberintos de mi corazón, sino a perderme en el dolor hermano… me invitas a no detener el curso misterioso del Río de amor en tu invitación a las Bodas, con un dique, con una helada o con un desierto… ¡Tú siempre me invitas y me esperas para comenzar de nuevo!… la #rosasinporqué se sabe invitada gratuitamente a la fiesta de la vida, por eso siempre está vestida de fiesta… ¿te sabes invitado a la fiesta de la vida, de la oración y del servicio?, ¿estás siempre con el vestido de fiesta?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 22,1-14)…